domingo, 16 de octubre de 2011

Reflexión sobre nuestras prácticas para la construcción de prácticas evaluativas más saludables.

Evaluación en nivel superior. Estrés y ansiedad.

La evaluación es una instancia que genera estrés y ansiedad. En niveles moderados estas respuestas emocionales nos activan y preparan para responder a las exigencias de dicha tarea.
Cuando el estrés o la ansiedad se incrementan demasiado y por periodos prolongados de tiempo, interfieren con el aprendizaje, la memoria; y causan numerosas perturbaciones a nuestra salud física y mental (deprimiendo la respuesta inmunológica, alterando el estado de ánimo, etc.). 
Entre los trastornos de ansiedad asociados a la evaluación; podemos citar la fobia a los exámenes que muchas personas padecen, evitando asistir a los mismos, postergando la finalización y en ocasiones abandonando sus estudios.  Estas personas perciben de manera magnificada y catastrófica el riesgo de no aprobar un examen y sus consecuencias.
También podemos citar la ansiedad social, como uno de los trastornos que sufren las personas que evitan o sufren un malestar muy intenso ante los exámenes orales, sintiendo una enorme cantidad de ansiedad, asociada a la percepción que tienen de la evaluación que de ellos puede formarse el profesor (figura de autoridad).  Este miedo a la evaluación que los demás pueden formarse de nosotros mismos; es uno de los componentes cognitivos principales de la fobia social o trastorno de ansiedad social.
Estos trastornos llevan a personas muy inteligentes y capaces a no poder completar sus estudios; o hacerlo a costa de un gran malestar y luego de muchos años.
Desde nuestro rol como profesores;  y según las prácticas evaluativas que implementemos, podemos moderar el impacto negativo que el estrés y la ansiedad de la situación de evaluación produce en nuestros alumnos y sus aprendizajes. Para ello debemos reflexionar sobre nuestra práctica, sobre los supuestos subyacentes a como evaluamos.
Esquemáticamente podríamos clasificar a la evaluación en superior oscilando entre dos lógicas y analizar los efectos y consecuencias de cada una de ellas y sus prácticas:


LA EVALUACIÓN TRADICIONAL
(Lógica de la medida obsesiva de la excelencia, sentencia de un juez)

La evaluación es una instancia final, desarticulada del proceso de enseñanza y en general los alumnos no tienen una instancia de devolución sobre sus producciones, no hay actividades posteriores a la evaluación, no tienen explicitados y trabajados los criterios de evaluación.   El único que evalúa es el docente, lo único que se evalúa es el saber de los alumnos “cuanto saben”, sus resultados son indiscutibles.
Entre sus prácticas habituales encontramos el parcial escrito convencional, el examen final oral y escrito.  Algunos autores (Perrenoud) hablan de la función de la evaluación en el sistema educativo como de selección; de construcción de una jerarquía de excelencia que determinará cuanto un alumno se aleja de la norma esperada y definirá el futuro de su trayectoria escolar y hasta su futura inserción en el mercado laboral.
Otros (Carlino) lo asimilan a la labor de un Juez que sentencia de manera definitiva, al final de la cursada, si un alumno acredita o no los saberes prescriptos.

Si pensamos a la evaluación como un evento estresante y analizamos los factores que intervienen (significado subjetivo atribuido, control y predictibilidad) vemos que en este tipo de práctica evaluativa:

La representación que puede hacer de la misma el alumno, como una sentencia inapelable, que determina el lugar del mismo en una jerarquía que definirá el futuro de su trayectoria académica (y/o laboral), que arroja información solamente sobre sus aprendizajes (no sobre las estrategias de enseñanza) son factores no hacen otra cosa que potenciar el carácter estresante y ansiógeno de la situación; aumentando la percepción de amenazante de la misma.
Si a eso le sumamos dos factores, control y predictibilidad, que la investigación psicológica ha identificado como mediadores del impacto de los eventos estresores.   Cuando mayor es la sensación de control y más predecible es el evento estresante, menor es su impacto negativo.
Y vemos que en este tipo de prácticas, no favorecen la sensación de control y predictibilidad; ya que la evaluación es una instancia final, desarticulada del proceso de enseñanza, que no ha sido preparada o trabajada  durante la cursada, en la que el alumno no conoce los criterios con los que será evaluado o no sabe que se espera que el responda ante la consigna de examen. O no tiene más que una nota o un aprobado –desaprobado como devolución, sin saber que es lo que debería haber sabido o como hacer algo para corregirlo y aprender.


LA EVALUACIÓN FORMATIVA
(Lógica regulación de los aprendizajes, tarea de un educador que enseña a superarse)

Ahora si analizamos las prácticas evaluativas que podemos utilizar en superior, (muchas de ellas estrategias de enseñanza como elaboración de informe, trabajos prácticos, monografías, reescribir el examen, preparación del examen o de ponencias orales; etc.) pensando a la evaluación como un proceso interdependiente de la enseñanza; que también es evaluada y la información que nos brinda nos permite ir ajustando las estrategias didácticas a las necesidades pedagógicas del grupo clase.
Y esta evalúa lo que se enseña, comparte desde el inicio con los alumnos los criterios para el logro exitoso, se trabaja durante toda la cursada, no es solo una instancia final.

Podemos ver que estas prácticas disminuyen el efecto ansiógeno y estresante de la situación porque:

Cambian la percepción amenazante y peligrosa de las mismas que tiene el alumno, al no ser percibidas como una sentencia definitiva de un Juez, al final de la cursada y desarticulada del proceso de enseñanza.
Pueden ser vistas como parte de un proceso de enseñanza y aprendizaje, donde el alumno es guiado por el docente durante toda la cursada y va modificando y reelaborando sus conocimientos.
Y donde puede ir aprendiendo que se espera de su producción, internalizado formas de escribir y leer en su disciplina, y lo que se espera de sus producciones, aumentando la sensación de control y predictibilidad y disminuyendo el efecto estresor de la situación.

En síntesis; factores como la evaluación cognitiva que hacemos sobre el evento estresor, así como la sensación de control y predictibilidad modulan el efecto del mismo sobre nuestra salud y aprendizaje.
Algunas de nuestras prácticas evaluativas convencionales aumentan el potencial estresor de la situación de evaluación; otras donde la evaluación es parte del proceso de enseñanza disminuyen el potencial estresor de la misma.

Bibliografía:

Philippe Perrenoud “La evaluación de los alumnos. De la producción de la excelencia a la regulación de los aprendizajes. Entre dos lógicas” Bs. As. Colihue 2008

Jorge Steiman “Más didáctica en la educación superior” Bs. As. Miño y Davila 2008

Paula Carlino “Escribir, leer y aprender en la universidad” Bs. As. Fondo de cultura Económica 2005

Lazarus, R. y Folkman, S. “Estrés y procesos cognitivos” Martínez Roca Barcelona (1984)


2 comentarios:

  1. Buen comentario, Oscar!!! nos ayuda a seguir adelante, confiando en que algun dia vamos a rendir Didactica 2...jajaja!!!
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